Thursday, July 09, 2009

El Endémico Impostor y sus antropomorfizaciones alegóricas


“…no terminaban de comprender que aquella soledad y aquel sentido del absoluto de alguna manera seguían refugiados en algún rincón de su propio ser, ocultándose o luchando contra otros seres, horribles o canallescos, que allí también vivían, pugnando por hacerse un lugar demandando piedad o comprensión (…)mientras el corazón (…) seguía aguantando en esta turbia y superficial existencia que los torpes llaman “realidad”…”
(Jorge Sábado. Abaddón el Exterminado).


-Si usted sabia como era esto… ¿de que se preocupa?- le dijo a mi cara de consternación, ahora también un poco pálida. Y la verdad… yo no tenia idea de nada, de hecho nunca supe de que estaba hablando hasta mucho tiempo después, y sin embargo me costó entenderlo.

-Su vida no es lo que digamos…-hizo como que si se esforzara por ser piadoso- … lo que una persona llamaría en fin…normal… vamos, admítalo-

Se me ocurrieron muchas cosas para alegar al respecto y más de mil imágenes se me cruzaron por la cabeza remontándose a cada una de esas cosas….en ese momento mi tipito saco el proyector, apago las luces y puso a rodar un “documental” sobre todo aquello en una micro fracción de segundo.

Y ahí estaba yo, parada en medio de una cuestión que me resultaba absolutamente ajena, pero que evidentemente tenía que ver completamente conmigo.

-Vamos! dígalo! acepte los hechos, usted lo vio con sus propios ojos !!! Nadie en su sano juicio puede negarlo!!…- Dijo y siguió diciendo, pero yo ya había dejado de escucharlo, mi tipito ahora empezaba a dibujarle cuernos y a exagerar su papada y mostrármelo cada vez mas ruin y repugnante como un cerdo chirriante…Creo que fruncí mi ceño ante aquella imagen tan deplorable.

-Usted conocía a la víctima! Usted sabia que era un asesino! Sin embargo….- Pero yo ya estaba lejos, muy lejos… y mi tipito ya se había aburrido con todo aquello, se había enchufado el walkman y escuchábamos ahora un tema de The Doors que iba opacando los gritos de ahí afuera…solo veía que un cerdo con cuernos transpiraba gesticulando con los brazos agitadamente como espantando moscas mutantes a su alrededor, con ojos calamitosos, desesperados, llenos de miseria humana, incompasivos, supurando odio. Se hizo una pausa que pareció incomodara mi tipito que se desprendió un auricular para ver porque tanto silencio.

-¿Disculpe…?- salio de mi garganta una voz tímida, serena y algo titubeante porque no supe como seguir la frase- pero…no le comprendo- termine por fin diciendo para no quedarme en esos puntos suspensivos, que por algún motivo, intuyo, no me estaban concedidos.

La reacción fue abrupta y algo paradójica. El cerdo congelo su rostro en un gesto mezcla de perplejidad con alucinación, pero solo por unos breves segundos que siguieron al súbito estallido de una carcajada casi obscena ante mis propias narices (cosa absolutamente literal, puesto que se había puesto de pie y lo tenía a centímetros de mi cara). Nunca olvidare su doliente respiración y el insoportable hedor fétido de su aliento que me traspasaba como una bruma atontando mis sentidos y levaba en mi una arcada que subía a toda velocidad por la traquea desde el esófago mismo pero yo  la detuve en mi garganta, tosiendo para disimular la repugnancia ante los inquisidores ojos del entorno impío.

El cerdo gozaba de una afición preferencial por la degradación del espíritu y la perpetración a ultranza de los valores filantrópicos. Utilizaba diferentes técnicas, todas con un error probabilística casi nulo, que dependían ante todo de cómo fueran manejados los tiempos en los que desplegara sus ávidos trucos manipuladores, y de la perfidia intimidatoria que aseguraba una espectacular abdicación del alma sometida, y por supuesto vilmente engañada.

Cerré los ojos, aunque más bien fue como un parpadeo en cámara lenta. Un suspiro ciego que intentó detener el tiempo...con incluso la vaga esperanza de que al abrirlos, aquella pesadilla se hubiera esfumado y yo estuviera otra vez en la tranquilidad de mi casa, fumando la pipa de mi abuelo (en realidad no fumo pipa, pero me gusta hacer como que la fumo porque era de mi abuelo y me gustaba cuando el lo hacia) escuchando la 1° de Malher mientras leo en el sillón de pana verde del living, junto al piano, las conflictivas transmutaciones de Harry Heller en lobo estepario. Forzosamente me aflojé el pañuelo que cubría mi cuello y trate de desprenderme los botones de los puños de las mangas, todo en un solo acto que mi mano temblorosa entorpecía con movimientos que penosamente intentaban pretender una naturalidad poco creíble.

En lo mas recóndito de mi propia inconciencia, estaba segura que aquel no podía ser el final…y de serlo, no estaba dispuesta a dejar que me lo impusieran…De alguna manera había mucho que negociar…y perdido por perdido, esa era mi oportunidad de revertir la situación a la que, como sea, se había llegado.

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