Tuesday, July 07, 2009

El cruce inadvertido


La mujer del hombre de los Ojos de Plata:

“…El eterno ocaso de una visión funesta.
Sabíamos, tu ojo y el mío no estaban viendo la misma cosa.
Sin embargo contemplábamos serenos
el extermino a través de la pequeña ranura
de nuestra gran coraza…”.
Tuky


Λαγυνα ἐστιγια . Grabado en letras griegas sobre la madera oscura.

Llame a la puerta. Oí lentos pasos acercarse. Luego unos ojos muy azules aparecieron resplandecientes en la oscuridad de la que tímidamente vi surgir el rostro de una anciana que me invitaba a pasar por un corredor frío y húmedo cuya acústica era similar a la de una cueva o un hoyo sin fin. Atravesamos luego un pequeño patio con un aljibe viejísimo y finalmente entramos a una gran habitación. La luz era escasa, pero se podía entender que aquello era una especie de taller de carpintería o algo similar.

Rápidamente subimos unas escaleras que daban la impresión de quejarse agónicamente a cada paso. Por fin llegamos a la puerta y entramos al que yo supuse seria el primer piso de aquella vivienda cuyo balcón lleno de macetas con plantas y maleza descuidada podía verse desde la calle.

-Tenes sed hija…?- dijo su voz grave que contrastaba con la dulzura de su imagen.
-Si…mucha- me oí decir mientras discretamente observaba maravillada el interior de aquel increíble salón lleno de objetos antiquísimos.
-Usted debe ser la esposa de Cecilio…?-

No me contestaba…(-seguro debe ser sorda…Gritale!-)

-…Es usted la esposa de Cecilio…!- dije casi a los gritos. Note que sonrió por el reflejo de su rostro en el vidrio de la vitrina del enorme mueble del cual sacaba dos tacitas de porcelana.
-No grite mi`ja, que no soy sorda…- Me sonrojé sin poder ocultarlo.

Se dio vuelta y preparo la mesa para el té.

-Espero que te guste mi te de durazno-
-Perdón…es que como no me contestaba…yo, creí…había pensado…-tengo una irremediable tendencia al balbuceo y la tara cuando me doy cuenta que empiezo a decir lo que no se supone que diga a una persona a la que no me sale mentirle. Ella rió con ese dulce temple que la envolvía.
-No contesté porque no me hiciste ninguna pregunta- dijo y se metió por otra puerta.

Me quedé inmóvil reflexionando dubitativamente. Escuche como puso la pava a calentar. No seria la primera vez que creo que digo lo que estoy (solamente) pensando. (-Ni la ultima en la que digas lo que creíste haber pensado con anterioridad-). Sí, eso suele ser peor… La anciana volvió con dos cucharitas en la mano. Entonces me anime a decir:

-…quería saber si es usted la esposa…-
-Si, si, te escuché.-

Volvió al mueble y saco un tarrito y un colador.
Ahora si estaba confundida (-entonces sí lo dije en voz alta!-). A que esta jugando?.

-Bueno, eso fue una pregunta-encogí los hombros con expresión de obviedad.
-No…no, aquello no fue una pregunta…fue una rectificación de tu tipito respecto a una suposición tuya-dijo serenamente abriendo el tarrito y echándole unas cucharadas de hiervas a la tetera.

No podía ser. No podía ser, que ella supiera lo de mi tipito. No.

-...pero el sabe bien quien soy-me echó un vistazo de reojo- siempre lo supo. Por eso te trajo a esta casa y te hizo entrar y seguirme hasta aquí donde estas parada justo ahora-doblo dos servilletas-¿No te parece que preguntarme si soy la esposa de Cecilio era algo que debiste haber preguntado ni bien te abrí la puerta?. Si llegaste tan lejos es porque tu tipito enseguida me reconoció...-sonrió nuevamente desprendiendo un aire místico que comenzó a intimidarme.

Me quede absorta. Sentía que debía decir algo, pronto, para que no se diera cuenta de que… estaba en razón. Pero los segundos transcurrían, y yo me daba cuenta… me daba desesperadamente cuenta de que transcurrían! sin que ninguna palabra pareciera querer salir de mi boca.

-…tus palabras luego fueron un intento suyo de rectificación hacia vos…para que confiaras en el…-

Los monosílabos “suyo”,“vos” y “el” resonaron como truenos en mi cabeza.

Se oyó el silbido de la pava y por unos minutos me libré de su presencia que acudió a tal llamado con la tetera en la mano.

Pero yo soy el….(pensé) y entre nosotros no hay secretos, ni desconfianzas, a veces hay disparidad de criterios pero…eso es porque la contradicción es parte de la multiplicidad de desarrollos dialécticos de mis pensamientos, es todo, no soy una esquizofrenica….Yo intuyo y percibo emocionalmente el mundo con el que interactúo, y lo interpreto según mi propia lógica racional (-o irracional…? O será al revés? No, no, es simultaneo, es dialéctico! -). Simbiosis metabolizada. Intersubjetividad?. Basta por dios! Porque tiene que ser tan complicado? (-no lo es-). Macana!.

-…si te lo sirvo con azúcar!! Si o no?- la voz de la anciana se interpuso en mis pensamientos algo altiva-

Ya estaba sentada a la mesa sirviendo el té.

-Si, claro….tres por favor-tome asiento.
-Uhmm….ahora sabemos quien es la sorda aquí….-dijo risueñamente.
-Perdón…es que me había quedado pensando…- (-pero quien se cree que es esta vieja??!!- acotó odiosa y fastidiosamente mi tipito- a que esta jugando con sus delirios místicos!?...se cree superior!??... ah! pero ya sabemos como Némesis reacciona ante todos aquellos que se creen “superiores” eh…-exclamó amenazante mi tipito).

Bebí el te. Estaba delicioso.

-Me haces acordar tanto a ella…-dijo nostálgicamente y vi en su rostro las líneas de un gran dolor, ¿de una perdida…?. No dije nada, nuevamente aquella extraña anciana me dejaba sin palabras, cosa poco común en mí.

Se levanto costosamente y se dirigió hacia un hermosísimo tocadiscos una magnifica pieza de museo, a la que sin embargo parecía no haberle transcurrido los años. Puso un disco y la música comenzó a brotar de la dorada campana como un mágico ensueño danzando en el aire inundando la habitación entera. La anciana cerró los ojos como embebida por aquel conjuro. Sentí en mi pecho una fuerza que no sabría traducir si con la palabra “tristeza” o “redención”, tal vez ninguna, o un poco de ambas, aunque suene absurdo y contradictorio. Aquello, lo que sea que haya sido, me compungía el alma de tal manera que me era imposible mentir frente a ella lo que soy. Esa mujer irradiaba luz…y con esta podía verme, encontrarme, descifrarme, mas allá de mis laberintos y escondrijos…..(-no se cree superior...-dijo mi tipito avergonzado- esta mujer ES superior…-).

Pero lo más sorprendente era que no me sentía vulnerada. Pude ver en sus azules ojos la misma mirada que Némesis me dirigía ahora. Ella no era un enemigo, ella era bienvenida a mi Pasto Imperio. La vi entrar a mi castillo vestida con un traje blanco que el viento le agitaba haciéndola ver como un ser alado. (-Nose….tal vez lo fuera…-). Su visita era, a mis dominios, acogida con beneplácito y alegría por todos allí. Y Némesis sentada tranquilamente sobre un tronco la contemplaba familiarmente, como a una vieja amiga conocida, a la que nada había que temerle y en todo caso agradecerle, no sé muy bien que, pero esa era la sensación.

(-estamos seguros con ella-susurró mi tipito tan extasiado por aquellas imágenes como yo).

Cuando la música dejo de sonar, el silencio la despertó de aquel trance justo en el momento en que mi voz se animo a preguntarle algo que aun no comprendo de donde me salió:

-…de que murió ella?-
-no murió- dijo y la escalera emitió su agónico crujido. (-Señal que se acerca Cecilio-).
-Y esta mujercita?- dijo por fin al atravesar la puerta su vozarrón. Tenía una tupida barba de varios tonos de grises que le llegaba al pecho y...temibles…impresionables ojos plateados.
-Ella es Wanda…y vino a verte…los dejo solos para que puedan charlar tranquilos-dijo la dulce anciana, pero volviéndose a mí antes de desaparecer tras la penumbra de la escalera para decirme algo con su profunda mirada azul que en realidad yo no supe interpretar, pero que Némesis comprendió perfectamente.

De "El Endemico Impostro y sus antropomorfizaciones alegoricas" -

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