Salagadoola mechicka bula bibbidi-bobbidi-bú!
No estoy triste. No estoy deprimida, tampoco. Ni estoy enojada. No. Lo que yo sufro es insatisfacción. Casi fisiológica. Tengo todos los síntomas. Palidez. Ojeras. Risa falsa. Cara de constipación. Mirada ausente.
Y entonces pensaba, que en una de esas, yo también podría llegar a protagonizar una historia. Una con gracia, desde luego. Aunque tuviera que inventarla yo.
Primero agarre por Santa Fé con la actitud de quien sale un día al pedo de paseo a gastar plata. Miraba las vidrieras con aspecto a veces interesante como buscando algo…que justo parecía haber encontrado pero casi... o sino ya me paraba con el temple decidido (ceño fruncido y todo) de irrumpir en el local para llevarme a toda costa el (supongamos) par de sandalias con incrustes de piedritas en composé. Preguntaba precios, colores, talles. Y adentrándome en la ficción podía sentir la ansiedad de que realmente iba a hacer mías todas esas cosas que me gustaban. Así, por momentos me subsumía en un estado de casi deplorable sumisión al personaje. Me probaba todo lo que iba a comprarme. Combinaba modelitos. Me paraba frente al espejo, desde donde una mirada suspicaz me devolvía el reproche mientras yo simulaba no haberla visto. Nada más obtuso y porfiado que hacerse el boludo con uno mismo…”Pero con estilo” me respondía ubicando la pera en el hombro y levantando el culo para ver como me calzaba de atrás. Y entonces llegaba el impostergable momento del “bueno… voy a seguir mirando cualquier cosa vuelvo” o del “y hasta que hora están”. Y me iba, otra vez más. Sin pena ni gloria. Con insatisfacción, inconsolable. Hasta que entré en una librería y….tanto jugar con fuego….El diablo si que sabe como vender la manzana. Siempre se sale con la suya, y con la mía (que es a veces “la nuestra”). Edición barata, che! Tampoco para tanto!. De bolsillo. Completa. Excelente traducción. Eso sí en finísima impresión en papel higiénico (hoja simple). Tengo miedo de darle vuelta a las páginas con el dedo humedecido y que se me desintegren.
En fin. Falta suplida, continué la marcha. Claro que la falta faltó mucho para que se fuera… Habito consumista que presta un consuelo vacuo para llenar un vacío que no se llena con cuestiones materiales…Sabiendo esto, no aspire a ningún mejoramiento del espíritu…sin embargo el libro que compre oficiaba mas de antídoto a la misantropía que plenitud en el ostracismo…
Ahora enfilé para Corrientes. No se si doblé por Paraná o en la otra…cuestión que desemboco en la avenida de los teatros con vista al majestuosísimo monumento falico porteño. Pensando en entrar en un bar. Café con leche y un tostado. Mucha plata. Bueno cortado y una medialuna, porque tengo hambre. Mucha grasa, puras calorias. Bueno un café y me trago la servilleta. Cuidado con la constipación…
No observo predisposiciones iracundas ni esquizoides. Nisiquiera. La insatisfacción es todavía mas grave, porque circula con la sangre llegando a todos los órganos angustiando su labor…pero a la vez dándole uno, con lo cual se vuelve crónica hasta la mas absurda naturalización.
Paso por delante de los bares que elijo mentalmente sin detener el paso. No me gusta la luz. No hay lugar junto a la ventana. Demasiado ruidoso. Demasiado vacío. Muy de viejo. Mucha borregada. No es que no sepa lo que quiero. Lo que no se es como. Cada cosa en su carma. Nunca supe bien de que estaba hecho un carma. Y basta de interrupciones. “Disfruta del ocio”. Oh! Si oh!. No tengo. Ejercito mi tozudez con esmero cuando puedo.
Dos extranjeras me interceptan cuando voy pasando por la entrada del Teatro San Martín. Quieres una entrada para ver danza ahora?. Al principio no se si interpretar que me la regalan o si en realidad están queriéndome preguntar alguna otra cosa que su rudimentario castellano no les deja expresar correctamente. No gracias. Sigo caminando como desligándome del tema. Pero antes de llegar a la esquina me vuelvo a buscarlas corriendo. Eh! Son para ahora las entradas?. Si, si (entusiasmo). Y cuanto están?. 15 pesos. Ah no tengo 15 pesos (desilusión). Palidez. Ojeras. Cara de constipación. Mirada ausente. Corazón bombea insatisfacción en su indetenible ciclo orgánico.
Seguí caminando hacia Callao con el alma atravesada como por un sable japonés. Te das cuenta que no puedo ni hacer algo espontáneo?. Es como encontrarse una lata de pate en el desierto perdido. Ya no te preguntas como carajo abrirla, ni en si te va a terminar dando mas sed…solo te preguntas porque carajo no te cayo en la cabeza y te mato de un golpe seco.
A punto de entrar al Complejo La Plaza se me da (por mero exabrupto de cuello contracturado) mirar hacia el Teatro Alvear donde me vengo a enterar que están dando la obra de teatro que yo quería ver. Y en un súbito arrebato ciego me lanzo a cruzar de forma casi suicida la avenida. Un par de bocinazos y alguna que otra alegoría al vientre materno y ya estaba en la vereda de en frente.
Entro al teatro animosa y encaro directo a la boletería. Cuando dos (de las tres) hadas madrinas me cierran el paso. Venís a comprar entradas para el teatro?. No, vengo a averiguar sobre la obra…Ah sí, empieza ahora en 15 minutos, si querés tenemos una entrada de una amiga que no va a venir. Y cuanto sale?. 8 pesos. Bueno se la compro entonces. Las hadas sonríen por mí y me cuentan de la buena ubicación. Yo no tenía que ir a un bar. Ni que ir a ver danza moderna. Yo tenia que llegar hasta acá para que dos hermosas hadas me hagan entrar a ver esta obra que era para mi. La tercera llego mas tarde, cuando yo volvía del quiosco con una cajita de caramelos. Se sentaron todas juntas a mi lado. Y yo cerré los ojos como la Bella Durmiente del Bosque que es salvada por los encantos de sus varitas mágicas… Salagadoola mechicka bula bibbidi-bobbidi-bu!. Se apagan las luces comienza la función.
Que pasa cuando no pasa lo que queremos que nos pase?. Nos conformamos. O no. O si tan solo queríamos creer lo queríamos, y que era para nosotros. El caso es que cuando nos sucede otra cosa diferente, la mayoría de las veces lo tomamos como una “sobra” del universo conspirativo y lo desechamos, alegando a una dignidad personal que nos impide aceptarlo. A veces el destino se pone caprichoso, pero queda en uno cierto margen de aporte al desenlace: hacer de esos caprichos una oportunidad increíble o salir huyendo a esconderse empecinado. Y la razón emancipadora se volvió conservadora primero y tirana después, como todo régimen que entra al poder como revolucionario que por el statu quo termina prostituyéndose. Una salida que lleva al precipio.
Entré al teatro porque me moría de ganas de ver esa obra pero también porque me hechizó la magia de las hadas que me ofrecían la gracia de una historia espontánea que me hacia su protagonista sin dejar de ser yo.
Y nadie sabia donde estaba. Pero tampoco nadie me había preguntado que iba a hacer esa noche. Nadie me esperaba. Nadie venia en mi busca. Nadie más que yo hacia algo por mí. Y yo quería hacer de cuenta que nadie tampoco me importaba. Ya sabemos, eso no era ni muy cerquita lo que me pasaba. Pero supongamos que yo sea un ser racional, que domina sus pasiones con la fuerza indemne de la razón frente a las circunstancias, supongamos que además no tengo tanto tiempo al pedo (o que de tenerlo lo “disfrutara”) …supongamos todo eso pero que además tengo hambre y accedo sin rodeos al manjar de mis antojos…y mientras lo devoro voy saciando la bendita falta. La insatisfacción, convengamos, también tiene sus momentos…
Decir que soy. Decir que tengo. Decir que solo digo lo que siento, y sentirlo. Sin titubeos. Sin disimulos. No culpa. No miedo. Y sin lamentos. No hay estado de alteración. No hay movimiento. No hay. De nuevo la falta. Sin la más mínima diferencia para el mundo. Pero me satisfago, solo por el hecho de haber decidido, libremente, el desenlace de, si más no fuera, una infinitesimal, pero beneplácita, parte de la historia, que me tiene como protagonista. La diferencia con el conformismo radica en el procedimiento. Circunstancia no menor a tener en cuenta para algunas cabezas huecas. Y yo no estoy triste. No estoy deprimida ni enojada. Es que no puedo mermar esta conflictiva e incesante insatisfacción que me trastorna y transforma en seres que ilusionan ficciones de lo que, también soy en realidad ahora o antes o posiblemente en algún mañana.
Las hadas madrinas salieron delante mío al finalizar la función. Y al salir a la avenida parecía como si la ciudad entera fuera la ilustración de un cuento pintado a acuarelas. Y ya no me interesaban las vidrieras llenas de absurdos parches para mi insatisfacción incauta. Todo remiendo esconde un agujero. Mis hadas subieron a una carroza majestuosa que se elevo por los aires y se alejo en el cielo hasta transformarse en una estrella… Y yo me fui caminando a casa cantando bajito… Salagadoola mechicka bula bibbidi-bobbidi-bú!
No estoy triste. No estoy deprimida, tampoco. Ni estoy enojada. No. Lo que yo sufro es insatisfacción. Casi fisiológica. Tengo todos los síntomas. Palidez. Ojeras. Risa falsa. Cara de constipación. Mirada ausente.
Y entonces pensaba, que en una de esas, yo también podría llegar a protagonizar una historia. Una con gracia, desde luego. Aunque tuviera que inventarla yo.
Primero agarre por Santa Fé con la actitud de quien sale un día al pedo de paseo a gastar plata. Miraba las vidrieras con aspecto a veces interesante como buscando algo…que justo parecía haber encontrado pero casi... o sino ya me paraba con el temple decidido (ceño fruncido y todo) de irrumpir en el local para llevarme a toda costa el (supongamos) par de sandalias con incrustes de piedritas en composé. Preguntaba precios, colores, talles. Y adentrándome en la ficción podía sentir la ansiedad de que realmente iba a hacer mías todas esas cosas que me gustaban. Así, por momentos me subsumía en un estado de casi deplorable sumisión al personaje. Me probaba todo lo que iba a comprarme. Combinaba modelitos. Me paraba frente al espejo, desde donde una mirada suspicaz me devolvía el reproche mientras yo simulaba no haberla visto. Nada más obtuso y porfiado que hacerse el boludo con uno mismo…”Pero con estilo” me respondía ubicando la pera en el hombro y levantando el culo para ver como me calzaba de atrás. Y entonces llegaba el impostergable momento del “bueno… voy a seguir mirando cualquier cosa vuelvo” o del “y hasta que hora están”. Y me iba, otra vez más. Sin pena ni gloria. Con insatisfacción, inconsolable. Hasta que entré en una librería y….tanto jugar con fuego….El diablo si que sabe como vender la manzana. Siempre se sale con la suya, y con la mía (que es a veces “la nuestra”). Edición barata, che! Tampoco para tanto!. De bolsillo. Completa. Excelente traducción. Eso sí en finísima impresión en papel higiénico (hoja simple). Tengo miedo de darle vuelta a las páginas con el dedo humedecido y que se me desintegren.
En fin. Falta suplida, continué la marcha. Claro que la falta faltó mucho para que se fuera… Habito consumista que presta un consuelo vacuo para llenar un vacío que no se llena con cuestiones materiales…Sabiendo esto, no aspire a ningún mejoramiento del espíritu…sin embargo el libro que compre oficiaba mas de antídoto a la misantropía que plenitud en el ostracismo…
Ahora enfilé para Corrientes. No se si doblé por Paraná o en la otra…cuestión que desemboco en la avenida de los teatros con vista al majestuosísimo monumento falico porteño. Pensando en entrar en un bar. Café con leche y un tostado. Mucha plata. Bueno cortado y una medialuna, porque tengo hambre. Mucha grasa, puras calorias. Bueno un café y me trago la servilleta. Cuidado con la constipación…
No observo predisposiciones iracundas ni esquizoides. Nisiquiera. La insatisfacción es todavía mas grave, porque circula con la sangre llegando a todos los órganos angustiando su labor…pero a la vez dándole uno, con lo cual se vuelve crónica hasta la mas absurda naturalización.
Paso por delante de los bares que elijo mentalmente sin detener el paso. No me gusta la luz. No hay lugar junto a la ventana. Demasiado ruidoso. Demasiado vacío. Muy de viejo. Mucha borregada. No es que no sepa lo que quiero. Lo que no se es como. Cada cosa en su carma. Nunca supe bien de que estaba hecho un carma. Y basta de interrupciones. “Disfruta del ocio”. Oh! Si oh!. No tengo. Ejercito mi tozudez con esmero cuando puedo.
Dos extranjeras me interceptan cuando voy pasando por la entrada del Teatro San Martín. Quieres una entrada para ver danza ahora?. Al principio no se si interpretar que me la regalan o si en realidad están queriéndome preguntar alguna otra cosa que su rudimentario castellano no les deja expresar correctamente. No gracias. Sigo caminando como desligándome del tema. Pero antes de llegar a la esquina me vuelvo a buscarlas corriendo. Eh! Son para ahora las entradas?. Si, si (entusiasmo). Y cuanto están?. 15 pesos. Ah no tengo 15 pesos (desilusión). Palidez. Ojeras. Cara de constipación. Mirada ausente. Corazón bombea insatisfacción en su indetenible ciclo orgánico.
Seguí caminando hacia Callao con el alma atravesada como por un sable japonés. Te das cuenta que no puedo ni hacer algo espontáneo?. Es como encontrarse una lata de pate en el desierto perdido. Ya no te preguntas como carajo abrirla, ni en si te va a terminar dando mas sed…solo te preguntas porque carajo no te cayo en la cabeza y te mato de un golpe seco.
A punto de entrar al Complejo La Plaza se me da (por mero exabrupto de cuello contracturado) mirar hacia el Teatro Alvear donde me vengo a enterar que están dando la obra de teatro que yo quería ver. Y en un súbito arrebato ciego me lanzo a cruzar de forma casi suicida la avenida. Un par de bocinazos y alguna que otra alegoría al vientre materno y ya estaba en la vereda de en frente.
Entro al teatro animosa y encaro directo a la boletería. Cuando dos (de las tres) hadas madrinas me cierran el paso. Venís a comprar entradas para el teatro?. No, vengo a averiguar sobre la obra…Ah sí, empieza ahora en 15 minutos, si querés tenemos una entrada de una amiga que no va a venir. Y cuanto sale?. 8 pesos. Bueno se la compro entonces. Las hadas sonríen por mí y me cuentan de la buena ubicación. Yo no tenía que ir a un bar. Ni que ir a ver danza moderna. Yo tenia que llegar hasta acá para que dos hermosas hadas me hagan entrar a ver esta obra que era para mi. La tercera llego mas tarde, cuando yo volvía del quiosco con una cajita de caramelos. Se sentaron todas juntas a mi lado. Y yo cerré los ojos como la Bella Durmiente del Bosque que es salvada por los encantos de sus varitas mágicas… Salagadoola mechicka bula bibbidi-bobbidi-bu!. Se apagan las luces comienza la función.
Que pasa cuando no pasa lo que queremos que nos pase?. Nos conformamos. O no. O si tan solo queríamos creer lo queríamos, y que era para nosotros. El caso es que cuando nos sucede otra cosa diferente, la mayoría de las veces lo tomamos como una “sobra” del universo conspirativo y lo desechamos, alegando a una dignidad personal que nos impide aceptarlo. A veces el destino se pone caprichoso, pero queda en uno cierto margen de aporte al desenlace: hacer de esos caprichos una oportunidad increíble o salir huyendo a esconderse empecinado. Y la razón emancipadora se volvió conservadora primero y tirana después, como todo régimen que entra al poder como revolucionario que por el statu quo termina prostituyéndose. Una salida que lleva al precipio.
Entré al teatro porque me moría de ganas de ver esa obra pero también porque me hechizó la magia de las hadas que me ofrecían la gracia de una historia espontánea que me hacia su protagonista sin dejar de ser yo.
Y nadie sabia donde estaba. Pero tampoco nadie me había preguntado que iba a hacer esa noche. Nadie me esperaba. Nadie venia en mi busca. Nadie más que yo hacia algo por mí. Y yo quería hacer de cuenta que nadie tampoco me importaba. Ya sabemos, eso no era ni muy cerquita lo que me pasaba. Pero supongamos que yo sea un ser racional, que domina sus pasiones con la fuerza indemne de la razón frente a las circunstancias, supongamos que además no tengo tanto tiempo al pedo (o que de tenerlo lo “disfrutara”) …supongamos todo eso pero que además tengo hambre y accedo sin rodeos al manjar de mis antojos…y mientras lo devoro voy saciando la bendita falta. La insatisfacción, convengamos, también tiene sus momentos…
Decir que soy. Decir que tengo. Decir que solo digo lo que siento, y sentirlo. Sin titubeos. Sin disimulos. No culpa. No miedo. Y sin lamentos. No hay estado de alteración. No hay movimiento. No hay. De nuevo la falta. Sin la más mínima diferencia para el mundo. Pero me satisfago, solo por el hecho de haber decidido, libremente, el desenlace de, si más no fuera, una infinitesimal, pero beneplácita, parte de la historia, que me tiene como protagonista. La diferencia con el conformismo radica en el procedimiento. Circunstancia no menor a tener en cuenta para algunas cabezas huecas. Y yo no estoy triste. No estoy deprimida ni enojada. Es que no puedo mermar esta conflictiva e incesante insatisfacción que me trastorna y transforma en seres que ilusionan ficciones de lo que, también soy en realidad ahora o antes o posiblemente en algún mañana.
Las hadas madrinas salieron delante mío al finalizar la función. Y al salir a la avenida parecía como si la ciudad entera fuera la ilustración de un cuento pintado a acuarelas. Y ya no me interesaban las vidrieras llenas de absurdos parches para mi insatisfacción incauta. Todo remiendo esconde un agujero. Mis hadas subieron a una carroza majestuosa que se elevo por los aires y se alejo en el cielo hasta transformarse en una estrella… Y yo me fui caminando a casa cantando bajito… Salagadoola mechicka bula bibbidi-bobbidi-bú!
No comments:
Post a Comment