Saturday, April 02, 2011

PROLOGO

(de "El Endemico Impostor y Sus Antropomorfizaciones Alegóricas")
Esta es una historia imposible. Y solo por eso me he propuesto escribirla. Sin embargo llamarla "historia" sería algo presuntuoso de mi parte e incluso no del todo cierto. Se trata mas bien de una quimera presuntamente literaria. Quienes la lean deberán saber que no encontraran en ella otra cosa más que la abrumadora desesperación del autor, por su imposibilidad de conocer a ciencia cierta, cual será el futuro de los personajes (y de si mismo) mientras esta se desarrolla.


Un poco disimulado, tal vez hasta pase inadvertido, el sentimiento de frustración se funde con una lógica de absurdo inductismo a partir del cual se pretende explicar el sentido del mundo, (que nunca es uno, más que para uno mismo, y ni tampoco), observando la introspección subjetivada de los seres que lo adentran. Porque quizás, intuyo, puede que el único mundo posible es el que todos llevamos dentro, pero a la vez afuera. Como una simbiosis metabolizada de forma subrepticia.


Detesto las paradojas, sobre todo porque me parezco a ellas. No hay respuesta. No hay cierre concluso. El espejo de un espejo. La claustrofia del infinito. Nada me exaspera más, lo confieso. Pero, apelando a una profunda franqueza, no puedo más que jactarme de ella, como si en un efímero impulso de salvaguardar mi cordura, intentara –no menos en vano- atenuar la impronta de esta insatisfacción haciéndola participe de mi conciencia. Y entonces lo que importa no es el “fin de la acción” (que, paradójicamente –o no- precede a ese mismo objetivo), sino el motor a través del cual se pone en marcha la maquinaria que lo justifica y a la vez cuestiona, pero sin dejar de desplegar –aún en los momentos de mayor confusión y abrumadoras dudas- todas aquellas manipulaciones que hacia el, sospechamos, nos arroja. Incluso –y más precisamente- cuando por el contrario, nos aleja por completo.


Así, es como se explica que, los personajes (al igual que su autor) no solo desconozcan el fin de sus acciones, sino que, para colmo, les importe un comino. Pues, lo que los encuentra en esta extraña historia o peripecia, no es la certidumbre de un destino al cual se ajusta teleológicamente toda su existencia, sino, justamente, la más absoluta ausencia de ella.


Como piezas sueltas de un puzzle cuyo dibujo cambia constantemente haciendo que la tarea de reconstruirlo se vuelva infinita. Cuando uno creyó haber encontrado dos que encajaban –descartando todas las restantes- se da cuenta que su fondo ya no es el que era y que, tal vez, ya no cuadren con el dibujo que teníamos de modelo para guiarnos. Los modelos son las pistas mas falsas a seguir, y las piezas que cuajan no siempre tienen que ver con el dibujo de fondo. Relaciones espurias creciendo como yuyos sobre una tierra de infértiles ceteris paribus. Y ellos lo saben, aunque no concientemente.


De allí que lo que los caracterice, no sea el cúmulo de situaciones que han de atravesar hasta el desenlace último donde cada una de ellas adquiera un sentido omnímodo y el autor (como sus personajes) pueda creer que ha cumplido su misión en esta tierra (o en esta quimera, presuntamente literaria). Sino que habrán de crear una “otra dimensión” cuya extensión (manifestación) son esas circunstancias, utilizándolas (incluso hasta el desgaste) como expresión del inabarcable proceso introspectivo que se vincula con el ambiente de manera artificial, pues, la única realidad existe en la simbiosis intersubjetiva entre los seres, a través de la cual uno nunca sabe lo que sabe, pero esta seguro que de saberlo, su historia habría llegado al final, que es, también, otro comienzo.


No podemos asegurar que exista ningún puzzle. Solo podemos advertir que existen algunas piezas. Por eso, -o por otra cosa además…- es que me pareció digno de un autor comprometido con su obra, hacer esta aclaración totalmente obsoleta. Para que, de esta manera, quienes osen, quienes se atrevan, o simplemente pasen y hurguen estas páginas, estén alertados de que no hallaran en ellas una historia atrapante de magníficos personajes con perfiles ingeniosamente diseñados que le capturen a uno el corazón o la cabeza, para llegar a odiarlos o amarlos hasta el llanto o la blasfemia. Ni mucho menos.


Los advertidos, pueden ir dejando este libro nuevamente en el estante (imaginario, pues tal libro nunca existió ni probablemente exista), para que alguien, menos pretencioso -y mucho menos ordinario- que aun le interese adentrarse en esta lectura no del todo clara, tenga la libertad –o la imprudencia- de al menos, intentar hacerlo.


Finalmente, y con el único objeto de no seguir parafraseando esta falsa justifiación completamente injustificada, paso a dar cierre a mi pequeño prólogo inusitado, y así dejarle abierto el camino al lector que todavía conserve la animosidad suficiente como para dar comienzo a esta quimera presuntamente literaria.



Éxitos!!,

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