
Wanda quiere llorar pero… no tiene como. Su tipito se tapa la cara con las dos manos y mira apenado la tristeza que la embauca. No hay nada que el ni sus métodos puedan hacer frente a esto ahora. El cuerpo pesado se mueve lento traccionado por la sangre amarga que ahora recorre sus venas. En la boca sabor a silencio, la imposibilidad del habla. Su tipito se ha quedado mudo. Perplejidad en el alma. Y su Foro de Fantasmas parados en ronda, van encendiendo velas pasándose el fuego uno a uno hasta cerrar el circulo y susurran a coro una hermosa melodía desconsolada. Sus voces se entrelazan como los hilos de una telaraña que va tejiendo en su garganta el nudo que aguarda el desenlace final. Por eso no emite palabra. La delicadeza de los hilos es tal que al menor vibrato rompería en llanto.
Todo el espacio exterior de Wanda se le figura en acuarelas monocromáticas yuxtapuestas en distintas gamas de azules y lilas. La magia fluye de ella y encuentra en las flores rostros que le sonríen, en los candelabros saludos de manos lejanas, en el flamear de las cortinas guiños secretos de otros muertos, que se alegran de ser descubiertos. Algunos se acercan tímidamente con sus añejos instrumentos para sumarse al coro de su Foro de Fantasmas, embelleciendo aun más la música que ahora alcanza hasta el último rincón de su Pasto Imperio.
Madame Le Mort envía a sus secuaces. Y todo su mundo se prepara para luchar.
La guerrera llega con sus tropas hasta las puertas de la fortaleza infinita que custodia sus dominios. Ordenados en filas de ataque, los guerreros esperan la señal de su líder. Némesis hace relinchar a su corcel sobre sus dos patas y las gárgolas gimen en lo alto batiendo sus temibles alas gigantescas. El ojo de Némesis se vuelve de un ocre brillante. La batalla esta por comenzar.
-Llegaste tarde-
El muerto en el cajón parece estarle hablando a ella. Wanda mira a su alrededor disimuladamente como buscando en los demás la seguridad de no haber sido la única en escucharlo. Pero todos lloran y se abrazan, los menos allegados comen bocadillos y beben vino. Los niños vestidos de elegante luto se aburren fastidiosos. Un mozo con mirada estoica le ofrece una copa. Wanda niega con la cabeza pero su brazo insurrecto toma una y la bebe de un solo trago. El asombro del mozo perdura en su rostro durante todo este acto. Devuelve la copa y avanza unos pasos hacia el sarcófago abierto.

Wanda siente el calor del vino subirle por la traquea y detiene súbitamente su paso. Alguien le toca el hombro y sus ojos se abren fulgorosos de odio.
-Es una gran pérdida-dijo un hombre en tono pomposo, es decir, indignante.
Wanda esta a punto de quebrarse y llorar, pero se arma de coraje y vira su cabeza hacia el brazo que mantiene apoyada la mano sobre su hombro. Levanta la vista lentamente hasta encontrarse con una falsa expresión de complacencia que transforma toda su tristeza en una especie de enojo que la carga de ira. Pero se contiene. Inclina levemente su cabeza como condescendiendo al comentario, sin poder emitir aun ninguna palabra.
Némesis imprime una mirada de desagrado y el tipito se destapa un ojo para espiar.
-Que corta que es la vida…- dijo apretándole el hombro.
Némesis hace un movimiento suave con su espada poniéndose en posición de ataque…
-No lo dudo- agrego otra voz grave pero más dulce que la primera.
Wanda no quiso mirarlo, sabia que era Esteban que acababa de entrar con su típico aire de héroe redentor q tanto la perturbaba y encantaba a la vez.
Némesis aguarda sigilosa el desenlace.
El tipito se destapa el otro ojo y busca sentarse antes de desmayarse.
El hombre, se retira en busca de mas vino y se entretiene haciendo comentarios vacíos mientras englute canapés con cruel indiferencia.
-Como estas?- Esteban la mira indulgente y le sonríe con esa hermosa sonrisa que Wanda adora y que por eso tanto detesta. Lo mira con ojos inquisidores, como invitándolo a un duelo, pero luego se compadece bajando la mirada y suspira. No tiene fuerzas ahora para enfrentarlo. Sobre todo porque por más que le moleste, recoge con beneplácito su aparición en aquel preciso momento. Siente ganas de darle las gracias pero no entiende muy bien porque ni de que. Así es que continúa callada mientras lo mira con ojos clementes.
-Esta bien…voy a dejarte a solas con él unos minutos así podes despedirte…- dijo y se alejó hacia la otra sala. Wanda quiere llorar pero no tiene como. Comienza a recordar sus clases de clarinete, la elocuencia con que su profesor resolvía los más importunados declives de su vida como artista olvidado, su humor acido, su tan sutil osadía... y la tristeza comienza a invadir su cuerpo como el humedo frío de una tormenta de invierno se cala hondo en los huesos, vulnerando su fortaleza.
Con un gesto rápido pero silencioso, Némesis alerta a sus tropas. No permitirá que la tristeza entre a sus tierras. Conoce bien estas plagas y sabe que de no atacarlas a tiempo pueden debilitar los cimientos de su castillo permitiendo que el Balthazhar perpetre sus dominios destruyéndolo todo.
-No le temas a los muertos-
-No les temo-
-¿Podrías haberme traído una flores no?-
-Todavía no entiendo que estas haciendo acá-
-Es la vida…-
-No. Vos no estas acá...- no había terminado de decir esto cuando a un mozo se le cayeron unas copas rompiendo el conjuro de susurros y sollozos llamando la atención de todos, menos la de Wanda que no podía dejar de mirarlo, era inexplicable que fuera la misma persona que se enojaba cuando no tocaba con el alma, que le enseñó que "la música no tiene que ver solo con acertarle a las notas sino con saber decirlas”, y que le explicaba todas estas cosas con verdadera pasión, gesticulando cada palabra, haciendo que llegaran a ella utilizando las mas diversas metáforas, anécdotas, e historias increíbles, para luego de pronto apagarse, como quien retorna de un sueño a la realidad grisácea e insistir con la partitura una y otra vez hasta que saliera del alma.
El tipito se tapa la boca con las dos manos para ahogar el llanto.
Wanda disfrutaba mucho de su compañía, y aunque hacia ya un tiempo considerable que no lo veía, nunca dejó de recordarlo, ni de aplicar muchas de sus enseñanzas incluso en varios otros planos de su vida, pero ahora le resultaba difícil encontrarlo en aquel rostro inchado, pálido y frío, por mas que lo intentara, no podía verlo...
-Me da gusto verte…-
-Yo no puedo decir lo mismo…-
El muerto abre sus ojos y la mira como buscando en ella una estúpida esperanza.
Una sombra negra se posa sobra la espalda de Wanda que sin mover su cabeza ella pudo observar de reojo.
-Te traje algo…-dijo antes de estremecerce.
Némesis lanza un grito de ataque y miles de flechas de fuego ahogan el cielo. La sombra gime de dolor encorvándose, pero sus gemidos arrasan con varios guerreros que se agarran el estomago y comienzan a llorar desconsoladamente cayendo de rodillas doblegados de angustia.
Wanda traga el último resto de saliva y una especie de corriente electrica que le recorre la espina dorsal distorciona sus sentidos.
-Mostrame-
Wanda tratando de no develar sus emociones, mete su mano en el bolso, revolviendo hasta que por fin saca un zippo de brillante metal con un gravado de caballos salvajes cabalgando a toda velocidad con los cabellos rizados al viento. Lo tuvo sobre su mano un momento observándolo penosamente.

Wanda coloca prudentemente el zippo en el interior de un bolsillo del hermoso traje azul petróleo que lleva puesto el muerto, que alguna vez fue su profesor. El corazón le late en la garganta.
-Es hermoso…donde lo conseguiste?-
-Me lo encontré por ahí…- termino la frase tosiendo como para recuperar la respiración. Luego dirigió su mirada hacia el hombre que le había hablado anteriormente.
El muerto que había vuelto a cerrar los ojos dejo entrever una leve sonrisa elevando a penas la comisura derecha de sus labios.
-Lo tenía ese canalla que hace un segundo me tomo del hombro- agregó Wanda en voz bien baja procurando que nadie la oyera.
Némesis lanza hechizos contra la escurridiza nigromancia que ahora cae derribada por los impetuosos latigazos arremetidos por las impiadosas Yharfjas, cazadoras de Desmodus Hematófagus que habitan en los oscuros bosques al norte de la comarca. Las cazadoras vuelan en sus gigantescos buitres cuyos chillidos destruyen los tímpanos de cualquier ser vil.
-Vil. Pero escaso de inteligencia.
-Intentó jugar al amable conmigo cuando llegamos. Yo había visto que dejó su sobretodo en el guardarropas, luego entre para hurgar en sus bolsillos, y ahí “me lo encontré”-
-Si. Vi toda la secuencia-
-Pensé que seria un lindo gesto…-
-Es perfecto para un fantasma que aun no ha dejado el vicio-
-...despojar de objeto tan hermoso a un ser tan despreciable-
-También...-
Wanda respira apenada
-Me tengo que ir…-
-Andá yendo, que yo voy a quedarme un ratito más- bromeó como era su costumbre.
Wanda le sonrió y sus ojos se nublaron de lágrimas. Levantó la vista y con un gesto cordial saludó a Madame Le Mort que hacía horas se encontraba vestida de metre junto a la mesa de entremeses.
La Nigromancia provocó una especie de lluvia acida que cayo sobre las tropas que corrieron a protegerse alzando sus escudos, refugiándose bajo los árboles, y carruajes. Pero los que fueron alcanzados por el turbio aguacero comenzaron a toser de angustia, a perder la fuerza y abrumarse, a ahogarse en llanto y a rendirse. Entonces Némesis lanzó un hechizo a viva voz extendiendo su brazo enmugrecido en alto, y entonces miles de millones de fuegos fatuos surgieron de todas partes creando una especie de paraguas inmenso sobre sus cabezas, haciendo que la lluvia se evaporara a su solo contacto hasta agotarse por completo.
El tipito se puso en pie penosamente. Estaba pálido y ojeroso, su expresión era grave pero de actitud decidida. Se acercó a la computadora y tipeo cuidadosamente la palabra LIBERTAD y dos lágrimas cayeron de sus cansados ojos.
Madame Le Morte inclinó levemente su cabeza en respuesta al saludo de Wanda, y los espíritus de la tristeza volvieron a ella como un enjambre de abejas que retorna a su panal. Se dio media vuelta y se retiró con ese aire orgulloso que siempre la envuelve.
Las acuarelas del entorno parecen derretirse como el hielo al llegar la primavera, y poco a poco todas las formas y los colores van retornando a su orden visual normal.
Némesis cae exhausta sobre la hierba quemada, su corcel la sigue recostándose a su lado. Las tropas han vencido, la Nigromancia de la tristeza no ha podida abatirlos, pero han quedado muchos heridos que deberán ser atendidos para que no contagien la pena que han absorbido a los demás.
El tipito comienza el informe. Se ajusta los lentes y revisa los acontecimientos una y otra vez para no dejar nada sin reporte. Némesis recluta voluntarios para la curación y las Zharimayas (mujeres antiguas de alas de frondoso plumaje púrpura) acuden a preparar sus pócimas sanadoras. Llevan los cabellos blancos y largos, visten de rosa pálido y plata y andan siempre rodeadas por los Tzrums, especie de hombrecillos subterráneos, herbolarios especialistas en el mundo vegetal y mineral. Juntos darán los mejores cuidados a los héroes malheridos de esta batalla triunfal.
El Foro de Fantasmas culmina su canto maravilloso y los fantasmas foráneos que se les habían unido de manera orquestal, se despiden cordialmente guardando sus instrumentos añejos en sus corroídos estuches ancestrales.
Wanda sale del velatorio respirando alivio. Su tristeza ya no es peligrosa y a penas recobra el aliento descubre el sentido de aquel destino fatal. “Es la vida” piensa o siente adentro. “No necesito entenderlo. Ni superarlo. No voy a hacerlo. Tan solo necesito aprender… Aprender a convivir con ello y recordarlo para que me inpire en la vida, todo lo que de el siempre he admirado". Afuera la está esperando Esteban que se acerca para abrazarla.
-Disculpen…- la voz de un hombre los interrumpe- …alguno de ustedes tendría fuego?-
-Lo siento, no fumamos- contesta Esteban algo turbado dejando entrever involuntariamente su frustración por haberlo frenado justo en su intención de abrazo.
El hombre inclina su cabeza como disculpándose y se retira insistiendo en palpar todos sus bolsillos una y otra vez. Cosa que a Esteban le pareció muy extraño.
Sin embargo el rostro de Wanda se ilumina de pronto al ver apoyado sobre el coche fúnebre estacionado al frente, a su profesor de clarinete que extrayendo del bolsillo de su hermoso traje azul petróleo un zippo de brillante metal, se enciende un cigarrillo y sonriente le guiña un ojo para luego desvanecerse entre las volutas de humo…como un fantasma que no ha dejado el vicio.
Su tipito levanta una mano en señal de saludo. Y Esteban la mira sin comprender absolutamente nada. Wanda estira sus brazos hacia el, se pone en puntillas de pie, lo empuja contra ella y lo abraza. En ese instante comprendió la importancia de ser libre a la hora de reconocer sus sentimientos, y aunque le costara admitirlo (e incluso de preguntárselo, lo negara) aferrada entre sus brazos, le dijo sin decirle, pero con toda el alma: Gracias.

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