Wednesday, September 23, 2009

Protectora de los Vandalos



No todos los días nos suceden revelaciones como estas. Wanda no tenia idea del mundo al que había sido convocada, y mucho menos el rol que cumpliría en el.
De alguna manera sospechaba que todo esto debía de aclararse en algún momento oportuno, crucial…determinante y en el que ella no podría faltar.

Siempre me hablaba de cuentos de fantasías, en donde ella era miembro de un grupo de resistencia que liberaba a los niños de los adultos maniqueos, entonces contaba que estaba en una misión en este convento para liberarnos, pero que debía pasar desapercibida, como una más del montón, así no ser descubierta. Sostenía que la fuerza del enemigo no residía en matarnos sino en volvernos uno de ellos. A veces decía las cosas con una convicción que me hacían dudar si aquello no era cierto.

Yo siempre la admiré…deseaba tener sus agallas, su fortaleza de espíritu, jamás se quebraba…aún cuando las chicas engrupidas le hacían la vida imposible, o cuando la hermana de La Cruz la perseguía sin razones, empecinada en su contra.

De alguna manera Wanda siempre supo demostrar que era mucho mas madura que todos nosotros, no porque no sufriera todo aquello como cualquier niño, sino porque lo superaba sin caer en el juego que le hacían. Siempre llegaba el momento en que las circunstancias le daban la razón y ella solo te miraba, y esa mirada era lo peor porque quedaba implícito en el aire su razón, nadie lo decía pero todos lo sabíamos y ésa era su victoria. No publicitaba sus ganancias, simplemente le acontecían y las capitalizaba subrepticiamente.


Recuerdo el día que tuvimos la visita de uno de los generales dictadores en plena Guerra de Malvinas. Las monjas andaban enloquecidas haciendo los preparativos. Habíamos tenido que dejar el lugar impecable y ensayar varias veces el acto de recibimiento. La cosa es que la gente hacía grandes donaciones a la iglesia para enviar a los soldados, y en este caso ellos venían a buscarlas como forma de agradecimiento, cosa que excitaba las reprimidas hormonas de las monjas de una manera inaudita, estaban histéricas y nos mandaban de acá para allá. La única que siempre fue agradable con nosotras había sido la hermana Clemencia, lástima que la mandaran de misionera a la triple frontera, no hubo quién no la llorara en su despedida.

Todas formadas en fila terminábamos de cantar el himno de las Malvinas cuando un general se acercó a nosotras, le tomo el rostro a Wanda que estaba parada primera en la fila y le preguntó qué mensaje le gustaría enviarle a los soldados que estaban defendiendo la patria, Wanda lo miró unos segundos en silencio, casi con inquisición, y finalmente dijo como razonando en voz alta: “…no me parece bien la violencia…y no creo que Dios este felíz por una guerra…”. Todos se quedaron pasmados, y las monjas enseguida llamaron a una oración cantada que Wanda cantó bien fuertemente desafinada, como siempre lo hacía completamente adrede, mofándose insospechadamente de las ofuscadas monjas.

Nunca volví a conocer a nadie como a ella. Y años mas tarde, cuando se fue, me quede muy sola, pero juramos que volveríamos a vernos. Le dije que esperaba que fueran ciertos todos aquellos cuentos de la resistencia que me contaba cuando éramos niñas, y ella me sonrió cómplice…”ya sos parte de la resistencia” me dijo y me entregó la carta. Se suponía que yo debía entregársela a la hermana de La Cruz en mano y a sobre cerrado. Llore toda la noche. Y no pude evitarlo. La abrí y la leí en silencio. Varias veces. Al cabo que terminé memorizando algunas partes aún sin comprender algunas de las palabras que Wanda utilizaba. Ella disfrutaba haciendo alarde de su magnifico manejo del lenguaje, sobre todo cuando descubrió que aquello fastidiaba a las monjas. Muchas veces no conocían las palabras que utilizaba o no sospechaban que el significado de una frase ocultaba otro que tampoco sabían definir a ciencia cierta. Entonces la retaban, por supuesto culpandola de soberbia, uno de los pecados mas usuales por los que se la castigaban. Wanda tenía una biblia bajo la almohada que no era biblia, sino un diccionario que pasaba largas horas hojeando aprendiendo palabras. Siempre me decía que la iglesia católica castiga la inteligencia y premia la ignorancia.

La carta comenzaba diciendo que no estaba dispuesta a soportar más tanta incordia gratuita de gente que nisiquiera se había molestado en conocerla, pero que sin embargo, les ofrecía su más sincera conmiseración debido a la ignorancia que, sin esfuerzo advertía, embrutecía sus mentes y envilecía sus almas.

Al final como que agradecía digamos todo el dolor y la crueldad oficiada por aquella monja, cerrando con una frase, que si no es la textual, se le parecía bastante…decía algo así como “de todas las piedras que usted ha metido en mis zapatos, me quedo con los cayos que todas ellas fueron dejándome en los pies, haciendo que mis pasos hoy cobren más fuerza y decisión al andar por mi camino, mas allá de la rudeza de la superficie”.

Y firmaba “Wanda Wenzel” con un garabato saliendo de la “l”. Y mas abajo una P.D. que agregaba: “ah, y me llevo a Bardo conmigo, que tras su obstinada insistencia no pude negar que me acompañase, pues entiende injusto que se consideren sus necesidades caninas como “inmorales” así como ofensivo el que se lo denomine “asquerosa criatura”, y además me canse de explicarle que su nombre no hace alusión a ningún “quibombo” (ni me parece que este sea tampoco un significado relativo a pecado alguno) mi pero se llama así por Bardo Thodol…de todos modos debo admitir que el error es mío, por esperar de usted una comprensión mayor a la que sus limitadas capacidades pueden dar y solo por eso me disculpo y absuelvo nuevamente de toda culpa.

Lo de Bardo Thodol fue idea mía. Hubo una época en que yo me había copado con el tema de la reencarnación y Nahuel, el jardinero de la escuela que se siempre nos escuchaba deliberar en el parque, se fue acercando interesado por aquellas charlas, hasta convertirse en un gran amigo nuestro. Nos prestaba de contrabando algunos libros que leíamos a escondidas y guardábamos en una lata dentro del hoyo de un árbol. Un día Nahuel llegó con un perro que lo siguió y lo adoptamos enseguida, entonces yo sugerí bautizarlo así porque pensaba que podía ser un aliado nuestro de la resistencia, tal vez, decíamos, un niño asesinado por alguna guerra de adultos maniqueos y que había reencarnado en un perro para venir sin ser descubierto a ayudarnos. Convengamos que al lado de Wanda, no es difícil echar a volar la imaginación. Nahuel era un poco más grande que nosotras, y decía que lo que hacia falta era dejar de creer en cuentos de hadas porque desvían nuestros sentidos para no ver, o aun mas grave, justificar las injusticias de este mundo, y que era necesario ponernos a construir en serio una nueva realidad donde la injusticia exista solo en los cuentos. Para ese entonces andábamos en los 13…14, y el tendría unos 16.

Ya éramos grandecitas para los cuentos de hadas, es cierto, pero como Wanda solía decir “si ellos creen en la virginidad de una parturienta…yo puedo creer que Bardo es la reencarnación de un niño de la resistencia contra la inmadurez de los adultos…cuestión de fe!” y se reía. Según ella esas fantasías pueden ayudar a algunas personas a no matarse, a darles fuerza para seguir adelante, y en ese caso era algo bueno. Ahora que existan otras personas que se aprovechen de ellas utilizando esas fantasías ya no para darles fuerzas, sino para dominarlos haciéndoles creer que en realidad los ayudan…es otra cosa y ahí coincidía con Nahuel. Los debates se hacían largísimo y apasionantes sobre todo porque Nahuel tenía un carácter irascible cuando sostenía alguna idea en la que estaba convencido y Wanda terminaba sirviéndose de la naturaleza (piedras, ramas, hojas, hormigas…) para armar una especie de diagrama de lo que iba diciendo de una forma que si bien didáctica era casi artística y fabulosa de ver. Yo también opinaba pero aquel espectáculo me resultaba mucho mas interesare de ver.

Cuando la hermana de la Cruz leyó la carta de Wanda tuvo la misma expresión en el rostro que nosotras, las niñas del internado, cuando tomábamos su asquerosa sopa de “trapo de piso” (como le llamábamos).

Wanda me dijo aquella noche que fuera con ella, pero yo, la verdad no estaba del todo convencida, tenia mas miedo al mundo de ahí afuera del aquel en el que me encontraba.

-Wanda a donde vas?- le susurre
-a buscar tus cosas, nos vamos!- me susurro
-no, pero ya estarde…nos van a agarrar!- ella no me contesto y se volvió para continuar con su idea de ir a buscar mis cosas pero yo la tome del brazo
-no vayas- me miro con el ceño fruncido…una mezcla de tristeza y desesperación, me miraba como no comprendiendo que yo me rehusara a escapar pero termino aceptando mi decisión de quedarme. Nos abrazamos tan fuerte que podía escuchar el latido de su corazón.
-Hasta la victoria…- me dijo apretando su mano en mi hombro, y se fue.
-Siempre…-termine la frase pero a penas se me escucho porque las palabras me salieron entrecortadas. Después siguieron días vacíos. La hermana de La Cruz me interrogaba y me amenazaba con irme al infierno y cosas así.

Nunca me sentí más sola en mi vida. Por momentos me arrepentía de no haberme ido con ella, quien sabe por donde andaríamos ahora. El único amigo que me quedaba era Nahuel pero lo veía solo una vez por semana y a escondidas. De hecho el fue el que nos enseño la frase con la que Wanda y yo nos despedimos, el nos había contado del Che, un hombre que había luchado para liberar a los oprimidos, y muchas otras cosas que debíamos mantener en secreto porque, nos decía, era peligroso saber tantas cosas en aquel lugar. Sus padres habían sido asesinados por aquella dictadura, y hasta la fecha continúan desaparecidos, así que lo criaban sus abuelos. Tenia muchos libros de su padre y nos los prestaba para leer y discutirlos luego, y si no nos alcanzaba el tiempo lo hacíamos a través de cartas que dejábamos en la lata escondida y haciendo un rayón de tiza roja en la corteza del árbol para avisar que había correo.

Pero una de las cosas mas útiles que aprendimos de el fue el arte de la disimulación, todo lo que leíamos tenía la tapa del Nuevo Testamento, y cuando necesitábamos comunicarnos sin hablar teníamos una seria de señas para ponernos de acuerdo sin levantar sospecha.

Luego Wanda invento un alfabeto con símbolos, en realidad eran dos alfabetos que podían mezclarse, se escribía letra por letra (las cuales podían tomarse alternativamente de cualquiera de los dos alfabetos) y algunas palabras mas bien ligadas a sentimientos o acciones concretas estaban representadas por un dibujito simple o dos combinados. De esa manera nos comunicábamos si teníamos que dejarnos alguna notita o incluso dentro del aula escribiendo con lápiz sobre el pupitre. Después que Wanda se fue, aumentaron nuestros encuentros así como la correspondencia. De esa manera me ayudaba a combatir la tristeza.

Finalmente llego mi cumpleaños 17, día en que me entere que los abuelos de Nahuel se mudarían a Córdoba. Yo salí a buscarlo a Nahuel y al ver que no estaba le escribí una nota para preguntarle si era verdad lo que había escuchado. Pero al abrir la lata encontré algo que me hizo saltar el corazón y falto poco para que gritara. Era una cajita con un corazoncito que de un lado decía mi nombre y del otro el de Nahuel y yo debía partirlo y dejarle mi mitad si le respondía que si...luego el vendría a buscarme y me iría con el y sus abuelos para Córdoba.

No todos los días se nos suceden revelaciones como esta… Wanda no tenia idea del mundo al que había sido convocada, y mucho menos el rol que cumpliría en el…tal vez todavía este buscando el gran momento en que todo esto se explique…yo, por mi parte ya sabia cual había sido su rol al menos para mi, su presencia en mi vida, aun cuando estuvo ausente…me influenciaron en todo lo bueno que podía ser y hacer para sobrevivir a tanta tristeza sin destruir y sin culpar a nadie por las circunstancias “no hay premios ni castigos” ella decía “solo causa y consecuencia” y así podía hacerme cargo de lo que a mi refería y transformarlo en algo constructivo …y no esperar talismanes ni recompensas divinas…ni pretender milagros para que las cosas cambien. Tratar de cambiarlas yo si podía, o aprender de ellas mientras me acompañaban.

Nahuel pasó a buscarme en la noche mientras todos dormían. La carta que yo deje a las monjas fue mucho mas corta que la de Wanda pero con dos frases que si bien hacían a mi propia revelación las había tomado de Nahuel y de Wanda respectivamente:

“…la opresión esta en todas partes…la resistencia también” y en mi PD agregaba: “Acercábame al infierno…y dios se alzo sobre mi y dijo…hija mía, yo no existo, Amen”.

Y a la A del Amen le hice un circulo formando el símbolo de la Anarquía, y me embriagaba de alegría imaginarme la cara que pondría la Hermana de la Cruz al verla…seguro que mucho peor a la nuestra cuando tomábamos su asquerosa sopa de “trapo de piso”!.

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